(Tomé esta idea de John Green y su libro, Tu mundo y el mio, para desahogar un poco mi mente llena de ideas)
Escribo esto antes de una presentación. Aterrada. No es que espere que me vaya a ir mal, incluso si lo hago mal no hay problema. Respiro, estoy aprendiendo, me recuerdo, exhalo.
Presentar algo que amas, un trabajo inacabado, es una experiencia que se basa en la anticipación. Al menos para mi. Tengo miedo porque lo hice mal la última vez, pero lo suficientemente mal para que me aceptaran en una buena escuela y me permitieran seguir trabajando en mi idea. Las manos sudorosas, la garganta cerrada, el sentirme atrapada, me recuerdan esa fatídica tarde donde lloré enfrente de dos desconocidos sin poder aguantarme, sin saber lo que me pasaba, y ellos vieron algo en mi que quiza aun no me reconozco.
Es normal sentirte nerviosa antes de presentar un proyecto pero a veces es inevitable sentirse más nerviosa cuando una parte de ti está ahí, una parte que es un inicio, con muchos errores, pero que al mismo tiempo es parte constitutiva de tu ser, una parte que no le enseñas a muchos, que no quieres compartir con todos, pero al mismo tiempo quieres saber cómo alguien más vive eso que tu sientes. Y la curiosidad le gana a la angustia y estás ahí, investigando, leyendo, preguntandote, soñando.
Seguramente muchos no se sentirán así, para algunos su trabajo no los atraviesa tanto, para otros el golpe es tan central que el proyecto es como un pedazo de piel cortado, sangrante, herido. Para mi es algo más sutil y más intimo, un pedacito de mi que no quiero dar de frente, que me rehuso a darlo, pero que ahí está, en horas de lecturas y bits negros en un pedazo virtual de hojas blancas.
Si tuviera que darle una reseña a los ataques de pánico en las entrevistas con desconocidos sin duda les daría una estrella, pésimo servicio, no lo recomiendo. Pero presentar proyectos serían tres, por un lado tienes la anticipación odiosa que te hace sudar las manos días antes de hacerlo, el miedo momentaneo y agudo unos segundos antes de empezar, pero luego queda el alivio de haber hecho algo que te gusta, de haberlo terminado y sobre todo, el escuchar las opiniones que te ayudan a mejorar.
Tal vez mañana que presente decida bajarle una estrella o subirle una, pero sé que con el paso de los días me olvidaré de esta y pensaré en la siguiente presentación. Tres estrellas. Una experiencia ambigua.
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