viernes, 20 de febrero de 2015

Cuando callarse no está bien



Odio llorar en público.

Y hacerlo con personas que apenas conozco es una de mis peores pesadillas. Ayer no lo pude evitar. Hipaba sin poder controlarme y las lágrimas me corrían el maquillaje. La crueldad de los demás y mi propia incapacidad para reaccionar a veces son demasiado.

Ser amable es algo con lo que lucho día a día, es algo que trato de hacer por mucho que me cueste. La frase Don't Forget to Be Awesome y el estilo de vida que apropiártela conlleva cambió mi vida para bien y mi forma de relacionarme con los demás mejoró muchísimo. 

Es triste recordar que muchos no piensan como yo, y es un golpe en el estómago saber que muchas veces yo también lo olvido.

Para nada soy una santa y yo he hecho lo mio para molestar a alguien más. Nunca se me va a olvidar cuando en sexto de primaria regresé la pulsera de amistad que alguien me dio simple y puramente por presión social. Y, aunque después me arrepentí y traté de enmendar mi error, es una de las pocas cosas que cambiaría si tuviera una máquina del tiempo.

Desde hace tiempo voy como voluntaria dos veces a la semana a un lugar donde hay muchos jóvenes. Ha sido generalmente bueno y he aprendido un par de cosas; hasta estaba pensando seriamente hacer mis prácticas profesionales en ese lugar, pero ahora ya no estoy tan segura. 

Hay un chico, Pedro, que es un conserje: sin familia, con una enfermedad crónica, y un millón de dificultades, pero siempre alegre y conversador. Aveces demasiado. Algunas veces deja sus tareas de lado para ir a visitar a los "importantes" trabajadores y hacerles preguntas que no vienen al caso o tratar de hacer un chiste. Incluso yo he notado lo molesto que a veces puede ser, pero al mismo tiempo me puede sacar una sonrisa. Sé que es algo que tiene que corregir y evidentemente necesita disciplina. Aunque también he presenciado los regaños que a veces recibe. Entre más le gritan parece volverse más salvaje y esto provoca más gritos.

Yo siempre trato de ser amable, aunque no lo conozca ni conviva con él tanto. También entiendo que se lleve de una manera pesada con alguien. De hecho tiene un amigo con el que siempre se están chinchando, pero de buena gana y con mucho cariño. 

Siempre comemos juntos, y como el no tiene dinero, hizo un trato, el lava los trastes y los demás le convidan comida. A veces se le pasa, otras no lo hace bien; no se trata de justificarlo, no hacerlo está mal. Ahí empieza el problema.

Ayer decidieron que no le iban a dar de comer, y esa es su decisión y es válida. Pero se lo recriminaron y lo regañaron y lo molestaron con eso. Una chica le sirvió la comida porque se sintió mal, después de ver sus esfuerzos por enmendar sus acciones. (Compró cosas, lavó los trastes, etc.)

Pero los demás, estando todos sentados en la mesa, se la pasaron hablando de que no le iban a dar de comer, que lo iban a castigar, nunca hablándole directamente. Riéndose de su "castigo", de él, de la chica que le gusta. Y Pedro callado, cosa inusual. Y yo igual.

Lo peor fue que a la hora del postre (cosa que no hay siempre). Decidieron que no le iban a dar. Pero la chica que amablemente lo llevó decidió que sí le iba a servir, era su postre y hacía lo que quería con el. Sin embargo lo avergonzaron tanto, le hicieron sentir tan mal, que no pudo comer. Se quedó viendo la pared, aguantando las lágrimas. 

Su amigo trató de contentarlo y empezó a sonreír un poco, entonces un imbécil (mucho mayor, que debería saber más) agarró su plato y se empezó a comerse el pastel, mofándose de él. Pedro se aguantó un poco y se paró de la mesa. Y entonces me puse a llorar.

Algunos se fueron de la mesa, otros se trataron de justificar ante mi, así es como nos llevamos, nos trae hartos, es por diversión. La verdad yo no vi nada más que humillación. Me sentí tan mal por no ser capaz de hacer nada. No se tienen que justificar ante mí. No me tienen que pedir disculpas a mi. Yo apenas los conozco. Me dieron ganas de darme un golpe por idiota. Yo les dije un poco lo que sentía. Pero no pude expresar mi desagrado conmigo misma por no poder hacer nada. No pude explicarles que no se trata de lo que los demás te hacen a ti, sino de lo que tu haces. No pude decirles que nadie debe soportar humillaciones como esa. 

Me siento mal por llorar, por no poder parar. Odio sentirme tan vulnerable. Por un lado hizo que dos o tres personas pensaran un poco en sus acciones. Cuando me calme tenía los ojos rojos. No había llorado así en años. La chica a la que ayudo no quiso tocar el tema más, desafortunadamente no vi arrepentimiento en ella. Para muchos tratar a alguien así es normal y no está mal. 

Ya no sé si quiero seguir en un lugar así. Me hace pensar en qué dirán de mi, en qué pasará si yo me cambio a su lado malo. Y tampoco es mi única opción. Tengo mucho que meditar, aunque si les voy a dar una segunda oportunidad.

Sé que manejé pésimamente la situación, pero esa frustración de que esa filosofía de querer ser tu mejor yo no esté en todos los humanos me rompe el corazón de una forma implacable. A la mejor estoy exagerando, pero lo que pasó ayer fue una crueldad. Y una enorme decepción. 

No puedo cambiar a las personas, pero puedo cambiarme a mi, he decidido no callarme, porque no está bien.